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Familias palestinas sufren el terror de la guerra en Rafah

Los siete hijos de Rehab Abu Daqqa escuchan a los perros gruñir fuera, al otro lado del endeble plástico de su tienda de campaña.

Los niños se apiñan alrededor de su madre. Ella es el último puerto seguro en sus vidas. Han vivido cosas, estos niños y su madre, que son difíciles de explicar a quien no las ha visto. ¿Existe una palabra para expresar lo que siente un niño al saber que, a sólo unos metros de distancia, unos animales arrastran un cadáver desde una tumba?

La palabra es certera. Pero hay algo más. Los niños han visto a perros comiéndose cadáveres. Una pierna humana tendida junto a una valla. Así que, sí, tienen miedo. Pero también han sentido asco, e incomprensión.

Estos niños, que alguna vez tuvieron un hogar, fueron a la escuela, vivieron según los ritmos establecidos de su familia y su comunidad, ahora son refugiados en un lugar que apesta a muerte.

"Esta mañana los perros sacaron un cuerpo de una de las tumbas y se lo comieron", dice Rehab Abu Daqqa. "Desde que se hace de noche hasta el amanecer los perros no nos dejan dormir... nuestros hijos siguen pegados a mí por el miedo que tienen".

Los perros llegan en jaurías de decenas de animales. Mascotas domésticas cuyos dueños están muertos o han sido desplazados, mezcladas con la población de perros callejeros existente en Rafah, todos ellos ahora salvajes y hurgando en la basura en busca de lo que puedan comer.

El cementerio tiene numerosas tumbas poco profundas donde la gente deposita a sus muertos hasta que llegue el momento en el que puedan ser llevados a su lugar de origen. En algunas tumbas los familiares han colocado ladrillos para intentar mantener a los perros alejados de los cadáveres.

Rehab Abu Daqqa está demacrada y exhausta. Cubre su boca y nariz con tela para protegerse del hedor de las tumbas, y agradece a los jóvenes que vinieron antes para volver a enterrar un cuerpo que los perros habían sacado esa mañana.

"No puedo aceptar que mis hijos vivan al lado de un cementerio. Mi hijo está en tercer grado y hoy en lugar de jugar estaba dibujando una tumba y en el medio dibujó un cadáver. Estos son los niños de Palestina... ¿Qué les puedo decir? Horrible, y la palabra horrible ni siquiera consigue explicarlo".

El cementerio es uno de los lugares en Gaza que se ha convertido en refugio para aquellos cuyas casas han sido destruidas por el ejército de Israel, que lleva a cabo desde hace meses una campaña militar en Gaza en respuesta a los ataques de Hamás del 7 de octubre en territorio israelí en los que murieron 1.200 personas.

En Rafah hay más de 1,4 millones de personas hacinadas, cinco veces la población de antes de la guerra. Según el Consejo Noruego para los Refugiados, esto equivale a 22.000 personas por cada kilómetro cuadrado. Las enfermedades ya se están propagando, con brotes de diarrea, hepatitis A y meningitis, además de una hambruna en curso.

Rafah es donde los refugiados de Gaza se topan contra el último muro, la frontera con Egipto que está cerrada a la enorme mayoría de los desplazados, y que ahora ha sido tomada por el ejército israelí.

Han llegado allí empujados por el avance de las fuerzas israelíes. Rehab Abu Daqqa ya ha huido tres veces y ahora tendrá que volver a sacar a su familia de allí tras la ofensiva de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) contra Rafah.

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